POR QUÉ ES MEJOR LA INFLACIÓN QUE LA AUSTERIDAD
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1. Nos
referimos, por supuesto, a la comparación entre inflación y recesión-austeridad
como estrategias para abordar la reestructuración o desapalancamiento
financieros masivos que pretenden ponerse en marcha en el contexto del proyecto
Gran Reinicio.
2. Evidentemente,
dada la dimensión del reto de esta reestructuración, más que de inflación y
recesión deberíamos utilizar los términos “hiperinflación” y “depresión”.
3. Tengamos
en cuenta que, en ambos casos, no nos enfrentamos a fenómenos económicos frente
a los cuales los gobiernos intenten defenderse sino que, al contrario, se
pretende premeditadamente utilizarlos como instrumentos para el
desapalancamiento. Aunque se utilicen retóricas más o menos aceptables para la
población, los responsables políticos –habitualmente al servicio de las élites
corporativas- aceptarán previsiblemente el dramático proceso que se supone debe
conducir a una drástica reducción de la financiarización de la economía
europea.
4. La
vía de una recesión aguda o depresión generará previsiblemente un alto nivel de
desempleo, reducciones salariales y reducciones drásticas en pensiones y gasto
social. El sobre-endeudamiento se reduce fundamentalmente por desaparición de
las empresas y bancos más débiles, reducción del gasto público y de la inversión
y desapalancamiento voluntario de las economías domésticas de los trabajadores
con empleo.
5. La
hiperinflación destruirá los ahorros, las pensiones privadas y, dependiendo de
la fuerza sindical y de las decisiones políticas, también reducirá
significativamente salarios y pensiones públicas.
6. En
términos generales, tan injusta y destructiva puede ser una estrategia como la
otra. Sin embargo, es habitual que la inflación se considere como la estrategia
preferida frente a la recesión. La realidad histórica (“Debt and deleveraging. Uneven progress on the path to growth”. McKinsey
2012) nos demuestra que han sido más habituales los procesos de
desapalancamiento basados en la austeridad que los basados en la hiperinflación,
aunque estos últimos han sido fundamentales para conseguir las más altas tasas
de reducción del nivel de endeudamiento.
7. Las
razones para la preferencia por la hiperinflación son fundamentalmente políticas.
Para daños sociales equivalentes, la inflación suele ser mejor aceptada por los
ciudadanos afectados. Mientras la austeridad tiende a identificar
inmediatamente responsables empresariales o políticos, la inflación es más fácilmente
percibida como un fenómeno con origen más allá de la política y con
responsabilidades más difusas. Por supuesto, esta distinta percepción tiende a amortiguarse
a medida que nos situamos ante procesos de inflación aguda o
hiperinflacionarios.
“EL FUTURO DE EUROPA. Bases para un nuevo modelo”
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