LO QUE VIENE NO ES UNA TECNOCRACIA
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1. Algunas
lecturas de la revolución corporativa en curso califican al sistema político
que esta revolución está progresivamente implementando como “tecnocracia”. En
nuestra opinión, esta denominación es claramente incorrecta.
2. Es
importante aclarar que, en realidad, es ciertamente difícil de visualizar cuál
sería realmente un modelo de gobierno tecnocrático. Una auténtica tecnocracia
exigiría un gobierno de técnicos designados por técnicos. En teoría, podríamos
plantearnos un sistema en el que, por ejemplo, solo los ingenieros tuvieran
derecho de voto y ejercieran de esta forma el control de las estructuras políticas.
Sin embargo, nadie parece plantear algo por el estilo.
3. Un
sistema que podríamos considerar cercano a la tecnocracia pudiera ser quizás el
actualmente en vigor en China, en el que los cuadros políticos se perfilan en
base a criterios fundamentalmente meritocráticos y en los que los perfiles técnicos
y tecnológicos representan una elevada proporción.
4. Sin
embargo, esto no nos permite realmente afirmar que China es una tecnocracia. Los
técnicos en puestos de gobierno no se eligen a sí mismos. La concreción de quiénes
y cómo ocupan los puestos de gobierno depende de una estructura política
concreta. En el caso de China, el Partido Comunista.
5. La
actual revolución corporativa pretende consolidar un sistema al servicio y bajo
el control de la actual élite corporativa. El hecho de que esa élite pretenda
utilizar determinadas tecnologías de información y comunicación, de control
social o de interrelación entre cosas, redes y personas, no cambia el carácter
de “oligarquía” o de “plutocracia” del sistema de gobierno. Las técnicas y
tecnologías utilizadas serán instrumentos para el control social o la acumulación
de riqueza, pero –lógicamente- nunca serán el fin del sistema en sí mismas. Que
algunos o muchos de los líderes de este movimiento tengan un perfil más o menos
técnico tampoco nos permite calificarlo como “tecnocrático”. Los líderes serán
bien las personas concretas que formen parte de la oligarquía plutocrática –en beneficio
de sus propios intereses- bien las que en cada momento gestionen los intereses
de dicha oligarquía. El que tengan un perfil más o menos técnico o tecnológico
será una cuestión instrumental.
6. Las
nuevas tecnologías que se están desarrollando en el marco de la Cuarta Revolución
Industrial deben configurarse como un instrumento clave para asentar el modelo
de gobierno desde dos perspectivas:
a) Como
instrumentos para generar una nueva etapa de acumulación de riqueza que permita
la consolidación económica del dominio de las grandes corporaciones
b) Como
instrumento de control social y político de los ciudadanos, cuestión clave para
hacer posible la revolución social, económica y política que se pretende.
7. En
realidad, estamos ante una revolución corporativa que pretende una concentración
de poder alrededor de los grupos de personas que ya controlan las grandes
corporaciones multinacionales. Esto es, una oligarquía, en cuanto gobierno de
unos pocos. Dependiendo de los mecanismos de poder que se vayan estableciendo, esa
oligarquía tendrá o no carácter “plutocrático” (entendiendo el concepto de “plutocracia”
como gobierno de los ricos). Es evidente que esta élite corporativa pretende
asegurar que se mantienen como los más ricos, pero en el futuro este ámbito
oligárquico debe constituirse por sí mismo en la fuente de riqueza y no, al
contrario, en una consecuencia de la misma, como ha venido sucediendo hasta
ahora.
8. Lo
que sabemos, por lo tanto, es que –a través de la revolución en curso- se
pretende instaurar una oligarquía corporativa en la que el poder se concentre
en manos de las grandes corporaciones multinacionales o, de forma más precisa,
en manos de los accionistas de las mismas. Esta oligarquía corporativa ya
controla, de hecho, Europa y Estados Unidos, pero no de una forma tan directa y
férrea como se pretende.
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