en las Políticas de Desarrollo Económico
CAPITALISMO INCLUSIVO Y ECONOMÍA SOCIAL
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1. El
capitalismo inclusivo es la antítesis de la economía social. Siguiendo la
habitual dinámica de las élites occidentales de utilizar palabras bonitas (“inclusivo”,
“sostenible”, …) para encubrir objetivos oscuros, el capitalismo inclusivo se
propone una drástica acumulación de poder y riqueza en las grandes
corporaciones que, según nos dicen, se preocuparán más que antes de tratar bien
a los ciudadanos. Lo cual es más que dudoso en la medida en que, como se
pretende, desaparecen o se reducen drásticamente los contrapesos sociales y públicos
que limitan la capacidad de abuso de estas corporaciones.
2. El
“capitalismo inclusivo” es un proyecto creado y dirigido por las grandes
corporaciones occidentales, en colaboración con el Vaticano –que, no nos olvidemos,
es también una de los mayores inversores corporativos, cada vez más
directamente implicado en los intereses de la élite económica-. El proyecto se ha
articulado a través de dos instituciones: la “Coalición para el Capitalismo
Inclusivo” y el “Consejo para el Capitalismo Inclusivo con el Vaticano”, ambas
compuestas por los grandes inversores occidentales y lideradas por Lynn
Forester de Rothschild[1].
3. El
capitalismo inclusivo es, como vemos, un proyecto de las élites para defender
sus propios intereses estratégicos sin modificar nada sustancial que pueda
afectar negativamente a los mismos. Mientras que la economía social se sustenta
precisamente en la autoorganización y la cooperación entre los ciudadanos con
el fin de crear y gestionar proyectos económicos basados en la mutua ayuda.
Los
intereses que se defienden son, como vemos, intrínsecamente contradictorios en
ambos casos.
4. Como
consecuencia lógica de esta clara oposición en los intereses defendidos, la
contradicción se mantiene en las propuestas realizadas.
5. El
capitalismo inclusivo no pretende incluir nada. Únicamente apela a la demagogia
para intentar presentar una cara amable del proyecto de revolución corporativa
que, con la denominación de “Gran Reinicio”, se ha puesto en marcha desde el
Foro Económico Mundial, aprovechando la “oportunidad histórica” que para ello
representa la pandemia COVID-19.
6. El
discurso del capitalismo inclusivo se apoya en conceptos trabajados durante las
últimas décadas en el ámbito de la “responsabilidad social corporativa” para
lanzar mensajes sobre actuaciones que las empresas “deberían realizar” o sobre
actitudes que “deberían mantener”, eludiendo compromisos concretos. Esto es,
por supuesto, un planteamiento radicalmente opuesto a la economía social, en la
que las empresas no “se portan bien” con trabajadores, consumidores o usuarios,
sino que incorporan a los mismos como base del poder y del gobierno de la
empresa.
7. En
este sentido, el capitalismo inclusivo no es sino una engañosa estrategia de
imagen, destinada a ocultar o suavizar ante la opinión pública la realidad de
la esencia y la actividad de las grandes corporaciones. En este sentido, podemos
también entender que no es sino una continuación de las vertientes más demagógicas
y menos consistentes de la responsabilidad social corporativa.
8. Pero
el capitalismo inclusivo tiene una esencia sustancialmente más peligrosa. Porque,
a través del concepto de “inclusión”, pretende impulsar una intensificación de
la relación entre grandes empresas y ciudadanos, no como un instrumento para
mejorar la situación de estos últimos, sino como un medio para acrecentar el
poder económico, social y político de las corporaciones. En las distintas
propuestas planteadas en esta línea, se propone de forma repetida la asunción
por parte de las grandes corporaciones de actuaciones habitualmente
desarrolladas por el Estado, con el fin de avanzar hacia un modelo de
capitalismo en el que las grandes corporaciones dispongan de un poder sobre las
personas de un nivel hasta ahora desconocido.
9. En
realidad, el denominado “capitalismo inclusivo” es un modelo de “capitalismo
corporativo”, que algunos están incluso denominando “feudalismo corporativo”,
describiendo un modelo basado en el vasallaje al que se verían sometidos los
ciudadanos frente a las grandes corporaciones, que concentrarían el poder económico,
social y político, con unos estados radicalmente debilitados.
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