EL PRESTIGIO DE LA PARTICIPACIÓN
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1.
El prestigio
social de la participación es un factor esencial a tener en cuenta a la hora de
desarrollar políticas de impulso de la participación de los trabajadores en la
empresa.
2.
Por razones
de experiencia práctica (presencia en el territorio o conocimiento de empresas
cooperativas de trabajo o sociedades laborales), mensajes de medios de
comunicación, opiniones de expertos, … lo cierto es que el concepto de
participación ha adquirido un prestigio creciente en nuestro entorno.
3.
A ello ha
contribuido también sustancialmente la superación del taylorismo y el peso
creciente, tanto en el ámbito de los servicios como en el industrial, de los
puestos de trabajo no manuales. Frente a la importancia fundamental que el
tiempo de trabajo tenía anteriormente en la productividad de los trabajadores y
en el rendimiento efectivo de los trabajadores, otros aspectos cualitativos,
mucho más difíciles de medir, son cada vez más importantes. La participación
como instrumento de transmisión ascendente de información y como instrumento de
motivación de los trabajadores adquiere así un interés creciente.
4.
Es cierto que
las empresas, en términos generales, no han conseguido establecer instrumentos
de gestión comparativamente tan eficientes como lo era el tiempo de trabajo en
la etapa taylorista. Las continuas modas empresariales alrededor de la calidad,
la cultura empresarial, los valores o la participación, han intentado
probablemente responder al mismo objetivo con un éxito limitado.
5.
De cualquier
forma, es cierto que, aunque los avances reales en el ámbito de la
participación sean limitados, el prestigio social del concepto es evidente.
6.
Este
prestigio social es un importante aliciente para abordar políticas públicas de
impulso de la participación de los trabajadores en la empresa. Cualquier
iniciativa de este tipo va a ser, en principio, bien acogida por los votantes.
Como contraste, desde una perspectiva negativa, es posible que este prestigio
social de la participación haya facilitado una clara desproporción entre la
literatura y los mensajes políticos favorables a la misma por un lado y, por el
otro, la realidad de la falta de avances significativos.
7.
Los agentes
políticos, habitualmente guiados por la opinión pública, asumen rápidamente
iniciativas meramente declarativas o con compromisos estrictamente formales de
impulso de la participación. Saben que esto les dará buena imagen sin crearles
demasiados problemas.
8.
Pero otra
cuestión es lo que sucede cuando los responsables políticos se implican
realmente en modificaciones apreciables de la realidad de la participación. Una
implicación que sabemos que requiere, o bien normas imperativas o bien
incentivos económicos sustanciales. Las posibles reticencias de los sindicatos
o la posible oposición de la patronal pueden ser obstáculos significativos a la
hora de llevar adelante estos cambios. Esto explica probablemente por qué hay
tantos gestos y tantas declaraciones a favor de la participación de los
trabajadores en la empresa y, como contraste, hay tan pocos avances reales.
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