1.
Parece
existir un amplio consenso en entender que el tratamiento del trabajo doméstico
es una cuestión fundamental –para muchos la más importante- de los retos
pendientes de la emancipación de la mujer.
Consideramos como “trabajo doméstico” el trabajo desarrollado para
el hogar, incluyendo las funciones de mantenimiento, limpieza, aprovisionamiento,
alimentación, el denominado “trabajo reproductivo” o trabajo necesario para la
reproducción familiar y la atención y cuidado de hijos e hijas y otras personas
del entorno familiar.
2.
Evidentemente,
se trata de una cuestión cuyo impacto en el proceso de emancipación de la mujer
es variable en el tiempo y también en función de las circunstancias socio-económicas.
3.
En principio,
se identifican dos retos fundamentales:
A)
La asunción
por parte de la mujer de la responsabilidad fundamental del trabajo doméstico
B)
El problema
de la compatibilización del trabajo doméstico y el trabajo profesional
remunerado.
4.
Como
consecuencia de todo ello, una buena parte de las mujeres se ven obligadas a
trabajar más horas que los hombres y ello también dificulta su implicación en
el ámbito profesional en condiciones equivalentes a las de los hombres.
5.
La asunción
tradicional de la responsabilidad del trabajo doméstico por parte de la mujer
respondía a una distribución de funciones, en la que, como contrapartida, el
hombre asumía la responsabilidad fundamental del trabajo remunerado. La
aparente lógica socioeconómica de esta división de funciones se vio alterada
durante el siglo XX por dos razones fundamentales:
A)
El creciente
atractivo del trabajo profesional
B)
La cada vez
mayor implicación de las mujeres en el trabajo profesional
6.
El avance técnico
y tecnológico y la creciente mecanización del trabajo generaron una progresiva
reducción del esfuerzo físico necesario para la actividad profesional y una
creciente importancia del trabajo intelectual.
De esta forma, el trabajo profesional tiende –en términos
generales- a volverse cada vez menos duro y más creativo.
7.
Esta realidad
objetiva tiene como consecuencia que cada vez más mujeres valoren el trabajo
profesional como más atractivo que el trabajo doméstico. Lógicamente, esta
valoración varía sustancialmente de unos a otros estratos sociales.
8.
Los trabajos
profesionales de menor cualificación no son más atractivos o creativos que el
trabajo doméstico. En estos estratos las mujeres se han incorporado al trabajo
remunerado más por razones económicas que de realización personal.
En cualquier caso, sí se entiende que, también en estos estratos
sociales, el trabajo profesional aporta a la mujer independencia económica y más
posibilidades de socialización.
9.
Por el
contrario, en el caso de mujeres de alto nivel profesional, el trabajo
remunerado tiende a valorarse muy por encima del trabajo doméstico desde la
perspectiva de realización personal y social.
10.
En cualquier caso, se coincide en que la mayor
valoración del trabajo profesional está también muy relacionada con una
desproporcionada desvaloración del trabajo doméstico y reproductivo, tanto
desde un punto de vista social como económico.
11.
Complementariamente, un factor fundamental en
los desequilibrios surgidos en este ámbito radica en el hecho de que la
implicación masiva de la mujer en el trabajo profesional no haya sido una
sustitución de trabajo doméstico por trabajo remunerado sino, en buena parte,
una acumulación de carga de trabajo añadido.
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