El Futuro del Modelo de Desarrollo Vasco SOBRE LAS 30 HORAS SEMANALES


1.      Durante los últimos días, varias noticias coincidentes nos han puesto de nuevo sobre la mesa el reto de la reducción del tiempo de trabajo.

Por un lado, el sindicato LAB, planteando la reducción de la semana laboral a 30 horas. En la misma línea, el grupo político Podemos, también durante los últimos días.

2.      Conceptualmente, parece un tema claro. EKAI Center ha venido argumentando a favor de esta reducción desde hace tiempo. Una reducción que debe analizarse desde una perspectiva de muy largo plazo. Otra cuestión es el momento en el que esta reducción se pone en marcha y las políticas que en concreto se utilizan para ello.

3.      El discurso habitual es conocido y se repitió insistentemente durante los años de fracasadas movilizaciones a favor de la semana laboral de 35 horas. Aparentemente, reducir sustancialmente el tiempo de trabajo supone un alto riesgo para la economía.

4.      Por el contrario, parece también claro que, a largo plazo, los incrementos de productividad deberían distribuirse entre mejoras salariales y reducciones del tiempo de trabajo. La cuestión es cuándo y cómo se producen estas reducciones.

5.      Para EKAI Center la forma de abordar esta cuestión cambió sustancialmente tras analizar lo sucedido con el tiempo de trabajo durante los últimos 50 años. Muy especialmente, al ser conscientes de cómo nos hemos engañado a nosotros mismos pensando que trabajábamos cada vez menos cuando, en realidad, estábamos trabajando cada vez más. Y ello como consecuencia de una incorporación masiva pero mal orientada de la mujer al mercado de trabajo.

6.      Mal orientada porque, como ya plantearon algunos movimientos feministas en los años 70, esa incorporación laboral de la mujer debería haber ido acompañada de una paralela, pero drástica, reducción del tiempo de trabajo (se llegó a plantear entonces precisamente la semana laboral de 30 horas). El que no se hiciera así tuvo dramáticas consecuencias para Europa, y también para el País Vasco, por supuesto. Se incrementó la carga de trabajo en 40 horas semanales por familia, cientos de millones de mujeres se sumergieron en una situación de esclavitud de 80, 90 ó 100 horas semanales y, lógicamente, se hundió la tasa de natalidad.

7.      Está claro que esa reducción a 25/35 horas semanales (según el avance productivo de cada país) era lógica en el contexto de incorporación masiva de la mujer al mercado de trabajo. La cuestión es que hacerlo ahora es ciertamente más complejo. Cabe plantearse cómo recuperar el terreno perdido entonces. Por supuesto, dar ahora el paso hacia esas 30 horas semanales que quizá debió darse en el País Vasco hace 40 años facilitaría resolver rápidamente el problema de la sobrecarga laboral de las mujeres y encauzar el reto demográfico. La cuestión es: ¿pueden las empresas soportarlo?

8.       Es evidente que las empresas podían o deberían haber podido soportar esa reducción del tiempo de trabajo hace 50 ó 40 años, en la medida en que se compensaba con el incremento de fuerza de trabajo generado por la incorporación laboral de la mujer. Lamentablemente, no es lo mismo aprovechar esa circunstancia que reducir el tiempo de trabajo total de la economía.

9.       De cualquier forma, sí parece que las situaciones de desempleo estructural podrían ser situaciones oportunas para avanzar en esta dirección sin que la productividad de la economía se vea drásticamente afectada.

10.  Como contraste, el momento actual nos plantea algún interrogante en el que difícilmente hubiéramos pensado hace un par de años. El contexto de cambio del modelo de desarrollo basado en la estrategia de “destrucción creativa” apoyada, entre otros factores, en la destrucción económica generada por el COVID-19, ha sido claramente propuesto por las grandes corporaciones a través del proyecto “Gran Reinicio”. Esto nos obliga a ser prudentes con medidas que puedan utilizarse dentro de una posible estrategia de “decrecimiento” que apalanque ese nuevo modelo de desarrollo –o de control oligárquico- que proponen las grandes multinacionales. Precisamente estos días, el Papa Francisco –uno de los portavoces más directos de la actual oligarquía corporativa- salía también en apoyo de la “reducción de jornada”. Estamos en un contexto económico y geopolítico inédito en el que toda prudencia es poca.

 

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