1. Las políticas de impulso del kurzarbeit o reparto del empleo
pueden ser instrumentos esenciales para disminuir sustancialmente la amenaza
del desempleo en empresas concretas y en la economía general. Para ello, es
importante que la aplicación de estas políticas reúna algunos requisitos básicos
de éxito.
2. Los organismos públicos deben adoptar una posición muy activa en
la promoción del reparto del empleo. Esto va mucho más allá de la regulación y
de las ayudas implementadas al efecto y supone una gestión proactiva de las
opciones de aplicación de estos programas en empresas y sectores.
3. Es conveniente que la implantación de estos programas sea
progresiva y permita aprender de la experiencia tanto a los agentes sociales
como a los organismos públicos. Esto puede ayudar a corregir errores a tiempo,
a introducir mejoras y, sobre todo, a acompasar los ritmos de la introducción
del kurzarbeit o del reparto del trabajo en el territorio a la progresiva
mentalización de la sociedad y de los agentes sociales con la viabilidad y las
ventajas de estos procesos.
4. Punto de partida de la aplicación de los programas son los
procesos previos de interrelación entre empresarios y sindicatos, con la ayuda
que sea necesaria desde el ámbito público. Esta interrelación se produce tanto
a través del diálogo social a nivel territorial como en la negociación
colectiva en empresas y sectores de actividad.
5. Es importante que los programas de reparto del trabajo incluyan a
distintos colectivos de la empresa afectados de forma similar por la reducción
de la carga de trabajo. En concreto, tanto los trabajadores asalariados de la
empresa como los ubicados en la empresa, pero contratados por empresas de
trabajo temporal.
6. Los trabajadores reciben complementos retributivos que compensan
parcialmente la pérdida de ingresos generada por la reducción de las horas de
trabajo. Lo habitual es que estos complementos sean aportados por los
organismos públicos.
7. Los responsables políticos deben ser conscientes de la necesidad
de coordinar la prudencia y la progresividad en la introducción de estos
programas con la suficiencia de las ayudas para hacer atractivos los mismos a
los trabajadores afectados. Especialmente al comienzo de la introducción de
estos programas es preferible que las ayudas por trabajador sean elevadas,
aunque ello suponga una reducción del número de empresas y trabajadores
beneficiados por estas ayudas. Ello supone una garantía de éxito que es de la
mayor importancia en las primeras etapas de implantación de estos sistemas en
un territorio.
8. La empresa debe lógicamente realizar los cambios necesarios en la
organización del trabajo derivados de la redistribución de la carga laboral
entre el conjunto de trabajadores. Esto puede requerir tanto el rediseño de
procesos productivos como la aplicación urgente de programas de formación para
los trabajadores que lo necesiten.
9. Finalmente, es esencial que tanto los cambios retributivos como
los organizacionales no sean demasiado radicales para que sean adecuadamente
aceptados por el colectivo de trabajadores y bien digeridos por la dinámica empresarial.
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