1.
Como vamos a
ver, aunque nuestra opinión es que, efectivamente, hay razones evidentes para
desconfiar, esto no significa que de ello podamos obtener fácilmente
conclusiones prácticas.
2.
Desde la
perspectiva del contexto, hay muchas razones para la desconfianza:
A.
La oscuridad y falta de
transparencia del conjunto de políticas adoptadas para hacer frente a la
pandemia COVID-19
B.
La falta de relación entre las
medidas adoptadas y su impacto sobre la contención de la pandemia
C.
La falta de contraste con políticas
de éxito aparente distintas de las oficiales en Europa
D.
La constante manipulación de unos
medios de comunicación obsesionados desde el primer momento por denigrar sistemáticamente
las opiniones discrepantes.
E.
La falta de oposición política en
nuestro entorno, que ha facilitado sensiblemente la falta de contraste y la
consiguiente desconfianza de los ciudadanos.
F.
El descarado entusiasmo con el que
la élite corporativa occidental está acogiendo el conjunto de las medidas
adoptadas, como una “excelente oportunidad” para modificar el modelo social y
económico.
G.
Las constantes “advertencias” o “amenazas”
de que la actual voluntariedad teórica de la vacunación se va a transformar rápidamente
en obligatoriedad práctica.
3.
Desde la
perspectiva de las propias vacunas en sentido estricto, las razones para la
desconfianza son claras:
A.
La rapidez inusitada en el impulso
de las vacunas que se están aplicando
B.
El que estas vacunas tengan todavía
carácter “experimental” o, si se prefiere utilizar la terminología del sector,
que hayan sido aprobadas excepcionalmente por razones “de emergencia”.
C.
El carácter especialmente experimental
de las vacunas basadas en el ARN mensajero.
D.
La garantía otorgada a los
fabricantes de estas vacunas eximiéndoles de cualquier responsabilidad por
efectos secundarios
E.
El extraordinario incentivo económico
de estos fabricantes por fabricar cuanto antes y vender una vacuna con una
financiación pública sin precedentes, sin riesgos por posibles daños y con un
impresionante mercado asegurado.
F.
Los criterios políticos aplicados
a la hora de marginar las vacunas más seguras –como la rusa Sputnik V- y de
evitar el éxito de Sputnik V asegurando su sustitución por nuevas vacunas
improvisadas por las grandes empresas farmacéuticas occidentales.
G.
La falta de confianza de los
propios gobiernos occidentales, acreditada por las medidas ya adoptadas contra
las vacunas AstraZeneca y Johnson & Johnson. Si los propios gobiernos
desconfían, nada más natural que el hecho de que los ciudadanos también desconfíen.
4.
Motivos para
la desconfianza hay, por lo tanto, sobrados. El problema es que, mientras no
dispongamos de más información, esta desconfianza no nos permite, por supuesto,
asegurar que las personas que reciban estas vacunas vayan a sufrir más daños que
los que ya han sufrido. Como tampoco podemos asegurar lo contrario.
5.
Quienes
cuantifican las ventajas y los inconvenientes de estas vacunas, como están
ahora mismo haciendo con AstraZeneca, mienten. Los riesgos de AstraZeneca y de
las otras vacunas experimentales no podemos cuantificarlos precisamente porque
hasta que surjan no podemos identificarlos.
6.
Razones para
desconfiar de estas vacunas existen y son evidentes. Como también lo es la
necesidad de terminar con esta locura. Una locura en parte creada por la
pandemia y en parte creada por las políticas aplicadas para hacer frente a la
misma. De cualquier forma, mientras no tengamos más información, desde EKAI
Center sólo podemos deducir que se trata, en último término, de una valoración
personal que cada ciudadano debe realizar. A pesar de la aplastante manipulación
de la opinión pública por parte de “nuestros” medios, no parece que haya otra
opción. Al menos, en este momento.
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