OBRERISMO. UN DEBATE PASADO DE MODA

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El Futuro de la Socialdemocracia

OBRERISMO.
UN DEBATE PASADO DE MODA

AUDIO:   https://youtu.be/DeBKtnn9_hU

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1.      Resulta sorprendente el interés en la utilización despectiva del término “obrerismo” como una forma de autojustificación de los defensores de las versiones reaccionarias del feminismo o del ecologismo.

2.      Esa insistencia revela, por un lado, un criticable desprecio de los trabajadores manuales. Pero también, fundamentalmente, una clara falta de argumentos para defender posiciones que, en realidad, no son sino estrategias de manipulación de masas de las grandes corporaciones.

3.      Estas argumentaciones intentan cuestionar como “obreristas” las críticas a sus posiciones posmofeministas o posmoecologistas, con la evidente intención de desacreditar estas críticas. Lo cierto es que se trata de un debate pasado de moda hace ya 30 años.

4.      Es importante aclarar que se trata de un debate en el que, en realidad, se confunden varias cuestiones. Por un lado, en todo Occidente se produjo un debate lógico sobre el papel que en el movimiento “obrero” habían tenido históricamente los trabajadores manuales. Estos trabajadores iban siendo progresivamente sustituidos por trabajadores intelectuales. Ello generó un interesante debate sobre la necesidad de superar el “obrerismo”, como una forma de reconocer la nueva realidad del conjunto de los trabajadores asalariados. Un debate lógico y que fue gestionado de forma natural por el conjunto del movimiento “obrero”, expresión esta última que sigue manteniéndose sin que nadie piense por ello que se refiere exclusivamente a los trabajadores manuales.

5.      El problema es que, en los países latinos, esta transición contaba con un específico reto terminológico. Frente al genérico “worker” de los países anglosajones, “arbeiter” del alemán, o “langile” o “behargin” del euskera, el término latino “obrero”, “operario”, “ouvrier”, … está claramente limitado en su aplicación a los trabajadores manuales. Ello llevó a una progresiva sustitución del término “obrero” por “trabajador”. Pero el debate fue razonablemente canalizado.

6.      Sin embargo, los que ahora atacan el “obrerismo” pretenden ilegítimamente aprovechar esta confusión terminológica. Cuestionan que se de relevancia al papel de los “obreros” para, con ese pretexto, cuestionar también de paso el papel de los trabajadores asalariados en su conjunto y también, en definitiva, el de los ciudadanos. Todo ello para defender la primacía de los movimientos feministas y ecologistas posmodernos. Se trata de un evidente engaño basado en una trampa terminológica bastante clara.

7.      Se da por supuesto que los lectores van a considerar absurdo apostar en este momento por el “obrerismo” y se presenta como única alternativa al mismo las indicadas versiones reaccionarias del feminismo y del ecologismo.

8.      Cuestionar el papel central de los trabajadores asalariados es absurdo en un momento en el que ya alcanzan al 85 por ciento de la población activa y en una proporción creciente. Pero es especialmente absurdo en el caso del País Vasco, donde los movimientos sociales más serios y eficientes son ahora mismo, de forma clara y rotunda, las dos vertientes clásicas del movimiento obrero: sindicatos y cooperativas.

 

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