NEOFASCISMO, CAMBIO CLIMÁTICO Y COVID-19

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Inteligencia Política y Estratégica

1.      Por alguna razón, las grandes corporaciones occidentales parecen entender que ya no es necesario ocultarse –o no es tan necesario como antes- y durante los últimos meses están difundiendo sus estrategias geopolíticas de forma más abierta que nunca.

2.      A partir de la estrategia del “Gran Reinicio” planteada por el Foro Económico Mundial, los documentos del “Grupo de los 30”, de la “Coalición por el Capitalismo Inclusivo”, del “Consejo por el Capitalismo Inclusivo más el Vaticano”, etc. observamos claramente que la élite corporativa, como ellos mismos afirman, está encantada con la “oportunidad” que supone el COVID-19 para llevar adelante sus estrategias.

3.      Estas estrategias se enmarcan en el nuevo modelo de desarrollo que, según ellos, debe sustituir al fracasado neoliberalismo. Y debe hacerlo, como indican, a través de un proceso de “destrucción creativa” que permita asentar la “nueva normalidad” mediante la destrucción de tejido productivo “prescindible”, fundamentalmente de pequeñas y medianas empresas.

4.      De esta forma, contemplamos cada vez con mayor claridad cómo estas nuevas estrategias corporativas encajan perfectamente en el contexto progresivamente creado por las élites financieras que, desde los años 70, venían apostando por el “decrecimiento” y por la reducción de la población. Ya hemos comentado los informes Kissinger y Rockefeller y la continuada actividad del Club de Roma. Estas referencias nos revelan cómo un importante sector de la oligarquía occidental, ya desde hace 50 años, venía apostando claramente por una estrategia claramente neofascista, con distintos pretextos estratégicos y, en particular, ecológicos.

5.      En esta estrategia neofascista fueron especialmente activos el sector Rockefeller y el sector corporativo dependiente de la monarquía británica. Sus expertos y sus fundaciones –incluyendo el Club de Roma- apostaron desde el principio en contra del avance tecnológico y productivo, a favor del “decrecimiento” y de la reducción de la población.

6.      En su momento, los argumentos utilizados fueron los desastres que se avecinaban como consecuencia de lo que se denominó “pico del petróleo” o el “agujero de la capa de ozono”, de los cuales ya nadie habla. En este momento, el cambio climático y la “COVID-19” son, como ellos mismos reconocen abiertamente, las grandes palancas que deben permitir a esa élite neofascista avanzar en la destrucción del avance científico, tecnológico y económico y, de esta forma, asegurar el control de Occidente.

7.      Hablemos claro. La élite corporativa ya ha destruido Europa y Estados Unidos. El rapidísimo declive de Occidente no es tanto una consecuencia de la buena gestión de los países emergentes –aunque también lo sea en parte- cuanto un resultado de la desastrosa gestión de los países occidentales. De la progresiva postergación tanto del avance científico como de la inversión tecnológica y productiva, de la financiarización y del sometimiento de nuestras políticas económicas a los intereses de una oligarquía financiera para la cual el avance social y económico de nuestros países es más bien una amenaza que una oportunidad, tal como ahora estamos comprobando con claridad.

8.      Plantearse como primer objetivo estratégico el decrecimiento y la reducción de la población –no otra cosa es la actual versión del “desarrollo sostenible”- es un posicionamiento tenebroso y que claramente podemos considerar como neofascista, producto de una élite que desprecia al conjunto de los ciudadanos y que sólo piensa en asegurar el control de los restos de nuestros países, una vez que éstos sean arrasados por estas políticas “verdes” y supuestamente de “desarrollo sostenible” que, en realidad, ni buscan el desarrollo ni son sostenibles.

9.      En otro contexto, la estrategia más probable de nuestra élite corporativa hubiera sido invadir China, destruir su industria y apropiarse de sus mercados. “Destrucción creativa” hacia el exterior. Pero esto no parece posible ante el peso alcanzado por China, la superioridad militar de Rusia y la firme alianza entre estas dos potencias. A nuestra élite sólo le queda “destruir hacia dentro”. En ello están.

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