1.
A medida que
van pasando las horas y los días, nos quedamos perplejos ante las crecientes evidencias
del masivo fraude cometido por el Partido Demócrata para ganar las elecciones
presidenciales en Estados Unidos.
2.
Para quien
quiera disponer de un “contraste” informativo:
-
VIDEO. TRUMP SOBRE EL FRAUDE ELECTORAL
-
Entrevista con Von Spakovsky, asesor
electoral de la Fundación Heritage.
-
¿Puede
Trump resolver en la Corte Suprema el resultado de las elecciones
presidenciales?
3.
Comencemos
aclarando que, desde nuestro punto de vista, Estados Unidos ni es ni ha sido
nunca una democracia. Democracia significa, literalmente, “gobierno del pueblo”
y las elecciones en Estados Unidos sólo dirimen qué facción de la oligarquía se
hace con el poder político. Nada más. Los candidatos son necesariamente
multimillonarios o van de la mano de multimillonarios. Y el voto está
radicalmente condicionado tanto por la financiación de las campañas como por el
control oligárquico de los medios de comunicación. Estados Unidos no es una
democracia sino una oligarquía cleptocrática. Con o sin elecciones.
4.
Tampoco debe
sorprendernos que el Partido Demócrata sea capaz “éticamente” de un fraude
electoral global como el que parece que se está produciendo. El Partido Demócrata
actual, como el viejo Partido Republicano de los Bush, es directamente
responsable de inventar sucesivos pretextos para invadir un país tras otro y
provocar cientos de miles o millones de muertos. Además de crear y sostener Al
Qaeda o ISIS. Por ser capaces, son capaces de cualquier cosa.
5.
Pero lo
sorprendente de este fraude electoral global es la magnitud y el descaro del
mismo. La evidencia de los procedimientos diseñados expresamente en los
estados-clave controlados por gobernadores demócratas para cambiar el resultado
de las elecciones. Evidentemente, a sabiendas de que el escándalo iba a
estallar inmediatamente.
6.
Todo esto sólo
tiene una explicación: Los demócratas buscan desatar el caos. Si van a perder
las elecciones, prefieren que sean los tribunales los que, al final “les roben
la Presidencia”. O, en último término, provocar un golpe militar o una guerra
civil. Todo antes que permitir un segundo mandato de Trump.
7.
No es que
Trump sea un libertador, aunque una de las facciones que le apoyan tenga un
claro carácter “antioligárquico”. Su gran mérito es ser el primer presidente en 40 años que no ha iniciado ninguna guerra ni invadido ningún país. No nos gusta
en absoluto su infundada agresividad con Irán o con China. Pero la
extraordinaria agresividad contra él de la oligarquía corporativa dominante es
probablemente lo que le está creando más simpatías en Estados Unidos y en el
mundo.
8.
Tras décadas
de decadencia interna y de pérdida de peso internacional, Estados Unidos va
camino de sumergirse en el caos. Y esta increíble operación demócrata para
hacerse con la Presidencia va a contribuir sustancialmente a ello. Todo parece
indicar que es precisamente lo que buscan.