1.
Las
evidencias sobre el fraude en estas elecciones presidenciales en general, y
sobre el fraude electrónico en particular, aumentan de día en día:
-
Los informes de inteligencia –soportados
por testigos que están siendo interrogados- apuntan ya a 3,8 millones de votos falsificados
por vía electrónica a favor de Biden.
-
Los análisis estadísticos
demuestran patrones “imposibles” en las votaciones de todos los estados clave.
-
Se dispone ya de información de
testigos clave de las propias empresas titulares del software utilizado. Tanto
antiguos empleados como actuales empleados “whistleblowers” (informadores / delatores)
que están declarando a cambio de expectativas de inmunidad.
-
Se han intervenido los servidores
de las empresas titulares del software (información sin contrastar).
2.
La impresión
que estas informaciones nos genera es compleja. Por un lado, el asombro por el
descaro con el que se ha producido el conjunto del fraude electoral en EEUU. Asombro
que parece apuntar a la “desesperación” de Wall Street ante el riesgo de pérdida
de su hegemonía tanto en el ámbito global como en el propio Estados Unidos. Por
otro lado, no nos sorprende en absoluto que “nuestros” medios oculten sistemáticamente
este tema. Todos sabemos con qué intereses están alineados.
3.
Por último,
la sorpresa por el hecho de que se produzca un fraude en el voto electrónico es
relativa. Estos sistemas han sido repetidamente denunciados por republicanos y
demócratas, que han alertado una y otra vez sobre la amenaza que suponen para
el sistema democrático. La realidad de que el voto electrónico es un voto
manipulable es tan evidente –como lo es la trascendencia de lo que está en
juego- que lo que debemos preguntarnos es la razón de que este tipo de sistemas
se sigan utilizando en países como Estados Unidos. Y la explicación es
evidente. O bien alguien los está ya manipulando o bien tiene intención de
manipularlos en el futuro. Sorpresa relativa, por lo tanto.
4.
Los próximos
días van a ser clave. Veremos qué tipo de pruebas se van concretando, a cuántos
votos afectan y en qué estados. De cualquier forma, las repercusiones de lo que
ha sucedido para el futuro del conjunto de Occidente van a ser de una
extraordinaria gravedad.
5.
De cualquier
forma, hay que seguir pensando que, por muy claras y contundentes que sean las
evidencias del fraude electoral, difícilmente conseguirá el equipo de Donald
Trump dar marcha atrás a la “proclamada” victoria de Biden:
- son muy pocos los días dispuestos para investigar y preparar la
información.
- el conjunto del establishment norteamericano está en contra de
Trump y
- las presiones sobre testigos, investigadores, abogados y jueces
están siendo y van a ser abrumadoras.
6.
¿Hay razones
para pensar lo contrario? Podemos apuntar dos:
o
las repetidas sorpresas que,
frente a las expectativas negativas, ha dado Donald Trump en toda su carrera
política
o
las reticencias de países clave
como China, México y Rusia a la hora de felicitar a Biden. Estos países tienen
mucho en juego y con estas “reticencias” están asumiendo un importante riesgo. Algo
saben.
7.
De cualquier
forma, estamos ante una crisis política de dimensiones históricas en Estados
Unidos. No olvidemos que se trata de un tigre herido como consecuencia del
declive de su hegemonía internacional y de su decadencia interna social, económica
y política. Una situación que, al tratarse de la primera potencia militar del
planeta, es del máximo peligro para el conjunto del mundo.
8.
NOTA FINAL /
CORRECCION:
En un informe anterior interpretamos incorrectamente la información
recibida sobre 490.000 votos fraudulentos detectados con votos exclusivamente a
favor de Biden. Entendimos que se refería a papeletas en las que sólo figuraba
la opción de Biden, cuando en realidad parece que se trataba de papeletas en
las que sólo se votaba a Biden sin marcar ninguna de las otras opciones de
votación a senadores o congresistas que se incluyen en la papeleta (algo estadísticamente
imposible) y, además, siempre en papeletas a favor de Biden y no de Trump.