1. Algunos analistas se han mostrado sorprendidos por la reactivación
de las luchas internas al más alto nivel en el Partido Laborista, entre “corbynistas”
y “anti-corbynistas”. En realidad, esto no debería sorprender a nadie.
2. Por un lado, la sustitución de Corbyn por Starmer no era una mera
sustitución de personas, sino un claro retorno a las estrategias y
alineamientos de la época de Tony Blair. Esto es, al claro alineamiento
corporativo del Partido Laborista.
3. Por otro lado, si la llegada al poder de Starmer produjo la baja
de un importante contingente de militantes del ala izquierda del partido, la
evolución de las votaciones posteriores entre las distintas corrientes internas
refleja con claridad que estas bajas, afectando a la composición de la afiliación,
no la han modificado radicalmente.
4. Todavía es demasiado pronto para que pueda cuestionarse el
liderazgo de Starmer que, al contrario, se encuentra en pleno proceso de asentamiento
de su posición. Sin embargo, la situación revelada por las elecciones
internas nos indica que el ala izquierda del partido que soportó a Jeremy
Corbyn sigue viva e incluso dominante entre los afiliados.
5. Sin embargo, el que los esfuerzos de hacer avanzar el partido se
basaran en una estrategia similar a la que llevó a Jeremy Corbyn al poder no
parece lo más acertado. Básicamente, se trataría de:
a)
Dar un cierto tiempo al desgaste
de Starmer
b)
Identificar y lanzar un nuevo líder
sucesor del papel desempeñado por Jeremy Corbyn.
6. Sin embargo, intentar repetir estrategias fracasadas no suele ser
una buena receta. Al contrario, aprender de los errores cometidos y de lo
realmente sucedido suele ser mucho más efectivo.
7. La realidad es que el fracaso electoral de Jeremy Corbyn no fue un
resultado de la radicalidad de su programa, como una y otra vez repiten los
medios de comunicación. El fracaso fue el resultado combinado de:
A.
El acoso mediático continuado
B.
La práctica imposibilidad de
posicionar correctamente al Partido Laborista en unas elecciones básicamente
marcadas por la opción entre el sí y el no al Brexit. Pero fueron también los
medios los que transformaron los resultados de estas elecciones en un fracaso
de la estrategia de Corbyn, algo con muy poco sentido.
8. El acoso mediático es –y va a ser- una consecuencia directa e
inevitable del control corporativo de los medios británicos. De ahí que
cualquier alternativa de futuro para el laborismo deba necesariamente tener en
cuenta esta realidad.
9. La alternativa de Starmer la conocemos: congraciarse con los
medios haciendo lo que ellos quieren que hagamos y, de esta forma, ponerse al servicio
de los intereses corporativos.
10. Por todo ello, es necesario
superar la dialéctica que divide a las corrientes del laborismo y de la
socialdemocracia entre moderados y radicales en base a la moderación o
radicalidad de los programas electorales. Es hora de empezar a construir
estrategias sobre la base de la profundización democrática basada en un ataque
directo a la propiedad de medios de comunicación y redes sociales. Una
estrategia que no debería ser considerada radical desde la perspectiva de la
opinión pública, sino meramente “democrática”.
11. Sin una democratización de los medios de comunicación el que el
Partido Laborista pueda llegar al poder y aplicar políticas basadas en el interés
general es casi utópico. Esta democratización debe conseguirse de forma previa
a las elecciones parlamentarias o bien de forma inmediata a las mismas en caso
de llegar al poder. Pero ningún líder laborista con capacidad de opinión y
posicionamiento realmente autónoma frente a las grandes empresas puede llegar
realmente a aplicar estas políticas en el contexto actual.
12. No obstante, sí es cierto
que los cambios geopolíticos pueden incidir también en el contexto de partida. En
particular, la conjunción del avance de los países emergentes con el posible
avance del populismo en Occidente puede llegar a debilitar sustancialmente a la
oligarquía corporativa que controla férreamente los medios y las grandes redes
sociales. Esta posible evolución la iremos verificando durante los próximos
años, pero no es algo que –en este momento al menos- dependa de forma directa
de las estrategias de unas u otras tendencias dentro del Partido Laborista.
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