Inteligencia Política y Estratégica LO QUE LUKASHENKO NOS PUEDE ENSEÑAR SOBRE EL SISTEMA DE PARTIDOS
1.
En Bielorrusia
hay pluralidad de partidos políticos, unos cercanos y otros lejanos al gobierno
actual. Hay procesos electorales. Y todo parece indicar que la continuidad de
los gobiernos del Presidente Lukashenko ha estado asentada, por un lado, en los
amplios poderes atribuidos a la Presidencia y también en la eficiencia y la gran
popularidad de la gestión de los gobiernos que se han sucedido durante estos 26
años. Las dudas sobre la fiabilidad de los procesos electorales más recientes
se derivan, fundamentalmente, de la debilidad estructural de los partidos políticos
de Bielorrusia.
2.
Bielorrusia
ha conseguido logros socioeconómicos sorprendentes, como mantener una tasa
razonable de crecimiento con un 70%/80% de empresas públicas y con una tasa de
desempleo consistentemente cercana al 0%. La cuestión que se plantea en
Occidente es hasta qué punto esa debilidad del sistema de partidos empaña o no
esos logros socioeconómicos.
3.
El problema
es que no resulta nada fácil adoptar una posición de superioridad en este ámbito
si tenemos en cuenta las dudas de fondo existentes sobre el sistema de partidos
en el conjunto de Occidente.
4.
Recordemos
que los partidos políticos nacieron como un sistema de equilibrios entre
sectores socioeconómicos. Entre aristocracia tradicionalista y burguesía
liberal en los siglos XVIII y XIX, entre asalariados y burguesía liberal desde
el siglo XIX. Los partidos “interclasistas” (religiosos, fascistas o
nacionalistas) surgidos a lo largo del siglo XX han desarrollado un papel
habitualmente secundario.
5.
De esta
forma, la tradicional diferenciación entre partidos de “derecha” (aristocracia
tradicionalista inicialmente, liberalismo corporativo después) e “izquierda”
(liberalismo corporativo desde el siglo XVIII y movimientos obreros o socialistas
desde el siglo XIX) se basaba en claros fundamentos objetivos de carácter
socioeconómico.
6.
Sin embargo, estas bases objetivas del sistema
de partidos prácticamente han desaparecido durante las últimas décadas, como
consecuencia del avance del proceso de concentración empresarial y de
asalarización.
7.
Cuando la
media de la población activa de la Unión Europea se sitúa ya en un 85% de
asalariados, un 10% de autónomos y un 5% de empresarios, las bases objetivas
que facilitaban dividir el electorado entre “izquierda” y “derecha” han
desaparecido. Los intereses objetivos de los electores son ahora cada vez más
similares y los intentos de mantener la población artificialmente dividida en
base a los conceptos de “izquierda”, “derecha” y “centro” son, en realidad,
esfuerzos desesperados por mantener dividido el voto asalariado.
8.
Todo esto
genera una creciente fluctuación electoral, especialmente en los sistemas
proporcionales, que facilitan el surgimiento de nuevos partidos. Y las incógnitas
de futuro sobre las bases que pueden soportar a partir de ahora el sistema de
partidos son grandes.
9.
En realidad,
no sabemos muy bien hasta qué punto los partidos políticos, que debían ser
instrumentos para facilitar la alternancia o el cambio político, no se han
convertido en realidad instrumentos clave para todo lo contrario. Es decir, en instrumentos
de alternancia de personas que, a la vez, aseguran que nada importante cambia.
10. El objetivo fundamental de
los partidos políticos es –o debe ser- la orientación del electorado. En
grandes colectivos de electores, se supone que estos últimos necesitan
referencias de confianza para votar a personas o grupos que no conocen
directamente. Los partidos deberían orientar a los ciudadanos a la hora de
ejercer su voto y de decidir entre las opciones políticas fundamentales.
11. La pluralidad de partidos
hace posible y facilita que diferentes sensibilidades sociales y económicas se
expresen y se posicionen políticamente. Sin embargo, el concepto de alternancia
resulta ahora cada vez más oscuro. La pluralidad de partidos no tiene por qué
generar la tradicional división “al 50%” entre izquierda y derecha ni la
constante alternancia que hemos conocido en nuestros sistemas políticos.
12. Con la estructura socioeconómica
actual, a medida que se van superando las tradicionales adscripciones de
izquierda y derecha (no sus respectivos sistemas de valores, por supuesto) las
mayorías absolutas amplias o la permanencia continuada en el poder de las
mismas personas y grupos deberá probablemente convertirse en algo natural.
13. Todo esto se manifiesta con
más claridad en los países de Europa del Este –y, con claridad, en
Bielorrusia-. En estos países apenas se ha podido consolidar la tradicional
división entre izquierda y derecha de Europa Occidental y esto genera
alineaciones político-ideológicas que para nosotros resultan confusas y mayorías
amplias a veces sorprendentes.
14. El caso de Bielorrusia es de gran interés al respecto. En un país
con un 70%/80% de empresas públicas, las bases socioeconómicas para la expansión
de partidos “de derecha” son mínimas. ¿Sobre qué bases objetivas se puede
construir la alternancia política constante en este tipo de países? Si estas
bases se han diluido progresivamente en Occidente, difícilmente podemos pedir a
Bielorrusia que “invente” este tipo de segmentación sobre no se sabe qué
soportes, para asegurar la fragmentación del electorado y la alternancia continuada
en el poder.
15. El futuro de la función del
sistema de partidos políticos en Occidente es ciertamente confuso. Seguramente
necesitamos ser conscientes de ello y adoptar una posición más humilde al
respecto ante países con los extraordinarios logros socioeconómicos de
Bielorrusia.