1. Las corrientes industrialistas antioligárquicas tienen una
importante tradición en Estados Unidos, una tradición claramente reforzada
durante las últimas dos décadas en base a la creciente reacción de importantes
sectores militares y de los servicios de inteligencia frente a la ofensiva de
la oligarquía euroatlántica contra los países musulmanes y la sucesiva
destrucción de un país tras otro en base a objetivos que, ostensiblemente, tenían
muy poco que ver con los intereses nacionales norteamericanos.
2. Todo parecía indicar que la candidatura de Donald Trump respondía
a la determinación de estos crecientes grupos de opinión de enfrentarse a la
oligarquía financiera y corporativa que controlaba tanto el Partido Republicano
como el Demócrata, el Congreso, el sistema financiero y los medios de
comunicación.
3. La realidad es que la carrera política de Trump ha venido siendo
una continuada serie de sorpresas. Antes de su inscripción en el Partido Republicano
en 2012, Trump estuvo afiliado durante más de 10 años al Partido Demócrata. Su
propia nominación como candidato republicano fue el resultado de una carrera de
obstáculos aparentemente imposibles de superar, como parecía imposible su
victoria en las elecciones presidenciales de 2016.
4. Durante todo su mandato, Trump ha sido una contradicción
permanente. Su estilo nada convencional, permanentemente provocador, sus
continuos cambios y contradicciones, han hecho particularmente difícil
interpretar los verdaderos objetivos de esta presidencia.
5. Si intentamos profundizar en lo que realmente representa Trump,
tenemos que partir de hechos y realidades. A los políticos no hay que
interpretarlos en base a lo que dicen sino en base a lo que hacen. Y en este
intento podemos diferenciar resultados positivos y negativos, centrándonos en
la política internacional.
6. En el ámbito negativo deberíamos situar en primer lugar el desproporcionado
enfrentamiento con China. Está claro que Estados Unidos y China necesitaban
reajustar progresivamente sus relaciones comerciales, pero probablemente no de
una forma tan agresiva. A esto habría que añadir también su complicidad con las
estrategias de los gobiernos de Israel y Arabia Saudita, incluyendo el acoso
continuado de Irán.
7. En el lado positivo tenemos que colocar, sobre todo, lo que Donald
Trump no ha hecho. Trump no ha atacado frontalmente a Rusia tal como estaban
deseando hacer los demócratas si hubieran ganado las elecciones. Y, sobre todo,
Trump no ha invadido ningún país. Este hecho por sí solo en un presidente
norteamericano es merecedor de todas las alabanzas.
8. Los partidarios fieles de Trump defienden a capa y espada que los grandes
errores de su administración no son responsabilidad de Trump sino de los
representantes del “Estado Profundo” que le han rodeado en la Casa Blanca y a
los que él ha intentado frenar una y otra vez. Pero esto se dice de casi todos
los líderes políticos y, como hemos dicho, vamos a intentar centrarnos en los
hechos.
9. Ciertamente, si algo ha llamado la atención durante la propia
Presidencia de Donald Trump, ello ha sido la constante sensación de “soledad”
de Donald Trump, con las grandes
corporaciones, los medios de comunicación –excepto, con vacilaciones, el Grupo
Fox- y las grandes redes sociales en contra, con el Partido Demócrata y una
parte sustancial –al principio claramente mayoritaria- del Partido Republicano también
en su contra. Y rodeado de responsables políticos en continuo desapego y
enfrentamiento con el Presidente. Esta aparente soledad nos hacía sorprendernos
de que Trump, una vez ganadas las elecciones, consiguiera mantenerse en el
cargo, superando las sucesivas campañas que parecían siempre a punto de
derribarle (el “Russiagate”, el “Ucraniagate”, el intento de impeachment, …)
10. En el balance positivo de
Trump hay que ubicar, por supuesto, a sus enemigos. La oligarquía corporativa
que ha venido controlando Occidente parecía volcarse contra Trump. Esto explica
la unanimidad anti-Trump de nuestros interlocutores y nuestros medios de
comunicación que, -autodenominados de izquierda, derecha o centro- están todos
ellos al servicio de la élite corporativa.
11. Esta obsesión anti-Trump no
ha sido una obsesión “progresista”. Los líderes demócratas y los medios
corporativos furibundamente anti-Trump –que no ha invadido ningún país- no
tienen ningún problema con criminales de guerra como los anteriores presidentes
–demócratas y republicanos- responsables todos ellos de muertes sin sentido de
cientos de miles –o millones- de musulmanes.
12. Esta obsesión contra Trump de
los entornos de influencia corporativa es, probablemente, el activo más
positivo de Trump, lo que da cierta credibilidad a esa pretendida imagen de líder
del pueblo norteamericano que sus partidarios defienden. Pero lo que realmente “no
ha hecho” Donald Trump argumenta en contra de esta imagen.
13. Donald Trump centró su campaña “antioligárquica” en su promesa de “drenar
la ciénaga” de Washington. Y no lo ha hecho. Ni siquiera parece haberlo
intentado. Sus partidarios, por supuesto, afirman que hasta ahora no ha podido,
pero que lo hará si consigue un segundo mandato. Pero los hechos son los
hechos.
14. Una interpretación
razonable del “misterio Trump” es de carácter geopolítico. Recordemos las
conocidas relaciones de Trump con un referente histórico como Henri Kissinger. Y
las repetidas apelaciones de este último a que Estados Unidos no puede a la vez
contra China y Rusia y que es necesario dividir a estos dos países para
atacarlos por separado. Ciertamente, es posible que –en función de una
estrategia similar a la propuesta por Kissinger- republicanos y demócratas se
estén repartiendo los papeles. Los demócratas como obsesivos enemigos de Rusia
y los republicanos asumiendo el mismo papel contra China. Lo cierto es que
Trump ha relajado la agresividad verbal contra Rusia durante su mandato, pero
las medidas contra este país –sanciones, acoso militar, …- no sólo no se han reducido,
sino que se han ido endureciendo progresivamente.
15. Objetivamente, no parece razonable responsabilizar a Trump de la
gestión de la pandemia COVID-19 o de los hechos que han llevado a la actual
desestabilización de las ciudades en Estados Unidos. Sin embargo, la obsesión
anti-Trump de los medios termina haciendo sufrir a Trump el coste político de
cualquier acontecimiento y en este momento Trump parece estar
significativamente mal posicionado en las encuestas cara a las presidenciales
de noviembre. Con cualquier otro candidato habría que apostar a que perderá,
pero también es cierto que, a lo largo de su carrera política, Trump se ha
caracterizado precisamente por romper todas las previsiones.
16. Las elecciones presidenciales de noviembre no son un momento
cualquiera sino, probablemente, un verdadero hito en la historia de la
humanidad. Estados Unidos se enfrenta a la vez al colapso interno, social y
económico, y a su anulación como potencia hegemónica mundial. De cómo reaccione
este país depende el futuro del mundo. Y a muy corto plazo.
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