El Futuro del Modelo de Desarrollo Europeo RELACION ENTRE BENEFICIO E INVERSION

El Futuro del Modelo de Desarrollo Europeo

RELACION ENTRE BENEFICIO E INVERSION

1.     Parece claro que, desde la perspectiva del desarrollo, la relación entre beneficio empresarial e inversión se sitúa como un factor clave, probablemente el elemento condicionante fundamental de la evolución económica y social de Europa, al menos desde los años 70 del siglo XX.
2.     Dos son las variables que, desde este punto de vista, nos interesan. El primero de ellos es la rentabilidad y su evolución a lo largo del tiempo. El segundo, la correlación entre la evolución de la rentabilidad y la evolución de la inversión que, a su vez, sería el factor determinante del desarrollo económico a medio y largo plazo.
3.     El cálculo de estas variables no es tan sencillo como pudiera parecer. Los conceptos de rentabilidad y de inversión que es necesario identificar son muy concretos en el ámbito microeconómico pero, con frecuencia, han inducido a errores de interpretación a partir de los datos de las contabilidades nacionales.
4.     En primer lugar, cuando hablamos de la rentabilidad empresarial, es esencial tener en cuenta que nos referimos a la rentabilidad de las inversiones. Evidentemente, no se trata de relacionar los beneficios actuales con los activos también actuales de las empresas, como algunos análisis han intentado. Se trata, por supuesto, del coste histórico de las inversiones. Recordemos que nos interesa el coste total y, por lo tanto, no sólo la inversión en activos fijos, aunque esta inversión pueda ser una aproximación.
5.     El concepto clave es, por supuesto, posicionarse en la perspectiva del inversor que debe tomar la decisión de realizar o no una inversión. Esto implica tener en cuenta la totalidad de costes fijos y variables de la inversión y compararlos con la rentabilidad esperada de la misma. Los datos de la contabilidad nacional nos dan referencias cercanas a estas variables, pero difícilmente referencias muy precisas.
Los problemas surgen, en particular, a la hora de trasladar los conceptos desde el inversor individual al ámbito macroeconómico.
6.     En particular, es esencial tener en cuenta que beneficio de la inversión y beneficio de la empresa no son conceptos equivalentes. El beneficio de la inversión incluye todas las utilidades obtenidas por el inversor como consecuencia de la inversión. Y ello no implica que esas utilidades se trasladen a los beneficios de la empresa.
7.     Si es cierto que los beneficios empresariales son el motor fundamental de la inversión, esto no afecta necesariamente a los beneficios “de la empresa”. Muchas empresas invierten no porque las utilidades de la inversión aumenten directamente la cuenta de resultados. Con frecuencia, lo hacen para evitar ser desplazados por la competencia. Esto es habitual, por ejemplo, en sectores o territorios con salarios altos. Son precisamente estos salarios altos los que obligan a los empresarios a optar por modelos empresariales más intensivos en capital y, por lo tanto, a invertir intensivamente. Esto no significa que esas inversiones no sean rentables, sino que lo son teniendo en cuenta con frecuencia utilidades indirectas de posicionamiento, cuota de mercado, etc. También inciden, por supuesto, las utilidades que pueden obtenerse de utilizaciones alternativas de los recursos destinados a la inversión, como inversiones financieras, especulativas, mercados ilegales, disposición de mano de obra barata, deslocalización, etc.
8.     Estos conceptos son relativamente fáciles de explicar microeconómicamente pero su traslación a la contabilidad nacional es ciertamente más compleja.
9.      De cualquier forma, esto sí nos indica cómo, desde la perspectiva de la política económica y del modelo de desarrollo, a la vez que es esencial ser conscientes del papel central que los beneficios “empresariales” desempeñan como motor de la economía privada no cooperativa, es también fundamental ser conscientes de que el objetivo no debería ser en ningún caso maximizar los beneficios “de las empresas” en términos nominales sino impulsar la rentabilidad “relativa” de las inversiones productivas. Ello supone tanto ayudar a la rentabilidad directa de las nuevas inversiones productivas como desincentivar las inversiones no productivas o basadas en actividades de menor valor añadido.