1. A la hora de explicar la decadencia estructural de la economía
europea durante las últimas décadas y la década de crisis iniciada en 2008, podemos
identificar dos tipos fundamentales de explicación. Por un lado, las que sitúan
las causas de la crisis en el ámbito financiero –y en el sobre-endeudamiento- y
las que las sitúan en el ámbito de la economía real –en la pérdida de
rentabilidad en particular-. Aunque, desde nuestro punto de vista, ambas
explicaciones son claramente confluyentes.
2. Las causas financieras de la crisis son claramente identificables.
El sobre-endeudamiento acumulado de forma continua desde los años 70, el
consiguiente riesgo acumulado en el sector financiero o el comportamiento
constantemente expansivo de los bancos centrales serían los causantes de los
grandes problemas estructurales de Occidente. En ocasiones tendemos a
interpretar estos problemas estructurales como la responsabilidad de un sector
financiero “depredador” que, de forma progresiva, habría destruido la capacidad
de desarrollo de la economía real europea.
3. En realidad, todo parece indicar que el origen financiero de
nuestros grandes problemas económicos y el origen en la economía real están íntimamente
ligados. Si la realidad de los problemas financieros es fácilmente constatable,
no está nada claro que, a su vez, esta enloquecida deriva financiera no esté
anclada en la debilidad estructural de la economía real europea.
4. Este vínculo entre los problemas financieros y los problemas de la
economía real puede contemplarse tanto desde una perspectiva microeconómica
como macroeconómica.
5. Efectivamente, los desajustes estructurales en el ámbito
financiero, crecientes durante cuatro décadas, tuvieron probablemente su origen
en la década de los 70 del siglo XX y, en último término, en la ruptura de la
convertibilidad del dólar en oro por parte de la administración Nixon en 1971.
6. Pero lo cierto es que desde fines de los 60 en Estados Unidos y a
todo lo largo de los 70, Occidente se vio sumido en una profunda crisis económica
con dos manifestaciones clave: la insuficiente rentabilidad de las empresas y el
escaso crecimiento de la economía.
7. Como es sabido, las empresas tienden sistemáticamente a elevar su
nivel de endeudamiento en las situaciones de rentabilidad escasa. Y también a “financiarizar”
su actividad, destinando más recursos a inversiones meramente financieras, ante
la insuficiente rentabilidad de las inversiones productivas. A la vez,
gobiernos y bancos centrales, ante las dificultades macroeconómicas, tienden a
facilitar el endeudamiento general de la economía que, como sabemos, impulsa el
PIB al alza como efecto inmediato.
8. Este comportamiento macroeconómico lo vemos magnificado y
sistematizado con claridad durante las últimas décadas a través de las políticas
de los bancos centrales, que responden una y otra vez con medidas de expansión
monetaria a cualquier signo de debilidad o de insuficiente crecimiento de la
economía.
9. De esta forma, la interpretación más lógica parece ser la de que
nos encontramos ante un problema estructural de rentabilidad (y,
consecuentemente, de crecimiento) de la economía europea que ha sido
repetidamente compensado con inyecciones de endeudamiento. Sin embargo, estas
medidas de corto plazo no consiguieron resolver los problemas estructurales de
la economía real y, consecuentemente, el sobre-endeudamiento ha ido acumulándose
en el tiempo, a la vez que se mantenía la atonía estructural de la economía
real.
10. Recordemos que, en último término,
esta descripción deja pendiente la interpretación de las causas de esa
insuficiente rentabilidad estructural de la economía europea. Y que hay dos
interpretaciones básicas al respecto: el impacto no compensado de la creciente
intensidad de capital y el agotamiento de la explotación productiva de la
segunda revolución energética (petróleo, gas y electricidad).