El Futuro del Modelo de Desarrollo Europeo MÁS ALLÁ DEL KEYNESIANISMO

El Futuro del Modelo de Desarrollo Europeo

MÁS ALLÁ DEL KEYNESIANISMO

1.      No hay duda de que el keynesianismo ha hecho grandes aportaciones al pensamiento económico. Fundamentalmente desde la perspectiva de las posibilidades de la política económica para equilibrar o suavizar los ciclos económicos a través de la actuación sobre la demanda agregada.
2.      Sin embargo, pocas concepciones han hecho más daño a la economía europea que las versiones simplificadas del keynesianismo que, moviéndose en las grandes líneas de la macroeconomía, evitan discriminar suficientemente unas actuaciones de otras.
3.      Estas interpretaciones terminan situando al Estado como mero responsable del equilibrio macroeconómico, dejando en manos de la iniciativa privada el impulso económico, el desarrollo y el crecimiento. Sin embargo, que la política económica se desentienda del crecimiento, dando por supuesto que, una vez conseguido el equilibrio macroeconómico, es la iniciativa privada la responsable del desarrollo económico, es un error. Un error y una inmensa dilapidación de recursos.
4.      El colosal monstruo en que se ha convertido la política monetaria occidental es una muestra de este desvarío que algunos denominan “keynesiano”.
5.      Es evidente que la política monetaria puede desarrollar un excelente papel en el equilibrio macroeconómico de la demanda agregada. Pero centrar la política monetaria en este objetivo es incomprensible. Reputados autores “keynesianos” se han dedicado durante años a reclamar “más expansión monetaria”, debatiendo profusamente sobre cuál sería la cuantía deseable de dicha expansión, sin dedicar un minuto a preocuparse por los destinos efectivos de la misma.
6.      No es aceptable defender la expansión o la contracción monetaria sin prestar atención a que una parte sustancial de dicha expansión es simplemente una disparatada subvención continuada del sector bancario y ni siquiera llega a convertirse en crédito. Como tampoco es posible que nos dé igual que el crédito bancario generado a través de la expansión monetaria se destine a inversión productiva, a inversión especulativa, a consumo suntuario …
Como tampoco es aceptable que no nos preocupemos por establecer prioridades entre estos destinos, o por diferenciar los tipos de interés en función de los mismos. Pero todas estas variables, absolutamente esenciales para valorar el impacto real de la expansión o la contracción monetaria, son convenientemente ocultadas por el keynesianismo bajo la simplista cobertura de las “políticas de expansión o contracción monetaria”.
7.      Otro tanto puede decirse de las políticas fiscales. Limitarnos a defender un presupuesto “expansivo” o “contractivo” sin diferenciar qué impuestos, qué gastos o qué inversiones expandimos o contraemos es absurdo.
8.      Que buenos proyectos de inversión queden sin financiación es inaceptable en cualquier coyuntura. Ninguna estrategia de “contracción” o de “reconversión financiera” justifica que se adopten medidas restrictivas del crédito que no discriminen suficientemente. En la peor de las situaciones financieras, un buen proyecto empresarial es un buen proyecto empresarial cuya financiación deben asegurar los gobiernos. Cuadrar las cifras de demanda agregada tiene su interés, pero hacerlo sin reparar suficientemente en las diferencias de impacto provocadas por los distintos instrumentos y por las distintas opciones de gestión de los mismos es, habitualmente, un extraordinario derroche y una permanente pérdida de oportunidades.
9.      Los gobiernos deben ser activos en política económica. Pero la interpretación reduccionista de esta actividad por parte del keynesianismo es un auténtico lastre para el futuro del modelo de desarrollo europeo. Europa necesita volver a políticas económicas activas, a la intervención pública en la actividad económica, al equilibrio entre la iniciativa pública y privada en base a razones objetivas. Ello exige, en primer lugar, ser conscientes del inmenso potencial que, a efectos de impulsar el desarrollo económico y el progreso social, tienen los distintos instrumentos en manos de los organismos públicos. Mucho más que un mero equilibrio macroeconómico.