“7. Como sabemos, es importante tener en cuenta que, aunque se
utilicen habitualmente expresiones como “países” hegemónicos o hegemonistas
(Lenin y otros autores preferían el término “imperialistas”) estos procesos
migratorios no están dirigidos a mejorar la situación o el bienestar de la
población de los países de destino, sino los beneficios y el poder de la élite
corporativa que los controla. Salvo excepciones, como en el caso de la
posguerra en Alemania, estos procesos reducen o deprimen los niveles
salariales, corrompen a la clase empresarial destruyendo los incentivos para la
creación de puestos de trabajo de alto valor añadido y rompen la cohesión
social y las bases democráticas del territorio. Un negocio redondo para las
élites corporativas y –casi siempre- un verdadero desastre para el territorio
de origen y el territorio de destino”.